Por Omar Fuertes Rizzo
El destino ha querido que el bicampeón del mundo de Fórmula 1 lo haya logrado en su primer intento, aunque para Toyota había sido un largo camino.
El español Fernando Alonso formando equipo con Buemi y Nakajima y Toyota, han logrado una de sus victorias más deseadas, Las 24 Horas de Le Mans. Juntos lo han conseguido y cada uno ha aportado al otro lo necesario para lograr sus objetivos.
Alonso ha encontrado el auto y un momento ideal para optar a una victoria que muchos con suficiente nivel para lograrla no han podido conseguir.
Y Toyota, mucho más que el piloto que mantuviera su ilusión por el WEC. También el líder que le ha llevado a una de las cimas del automovilismo. Pero no fue fácil.
El drama sobrevoló el circuito cuando el Toyota 7 parecía detenerse a falta de una hora y 35 minutos. Kobayashi, su piloto del tramo final, se pasó la vuelta asignada para entrar y estuvo a punto de quedarse sin gasolina.
Alonso ejerció de líder como un gigante con el carnet de novato y maneras de piloto de leyenda de la resistencia, y desde el primer día de clase.
El primer relevo de Alonso pudo a pruebas sus nervios, con todo tipo de vicisitudes a resolver como pinchazos, zonas lentas, cambios de ala, un tráfico infernal. Pero salió indemne y ganó confianza para lo que venía. Lo que venía era vencer a la noche de Le Mans.
Alonso sacó los galones de bicampeón del mundo, de piloto de leyenda y de carácter indomable para que lo imposible se hiciera realidad. Como si fuese un sueño, cuando despertó, tras cuatro horas de persecución implacable, la victoria era de nuevo posible.
Nakajima y Buemi, que en ocasiones parecieron empeñados en complicar la hazaña, ya que cada uno aportó inicialmente una sanción de un minuto que, por fortuna, no pasó factura, al final también fueron justos valedores de un triunfo histórico para Japón.
La justicia que a veces reina en el deporte permitió a Nakajima compensar el sinsabor de 2016 llevando el auto al triunfo dos años después. Sin rivales, el resto de categorías, se decidieron muy pronto.
El Porsche 911 RSR de GTE Pro que comandan Michael Christensen, Kevin Estre y Laurens Vanthoor aprovechó la lotería que son los Safety Car en Le Mans para poner dos minutos de por medio con todos sus rivales. Una ventaja insalvable si se deja en manos del mejor auto de la clase reina de los GT.
Porsche remató la faena con el doblete que se ganó con sangre el 91, peleando hasta el último momento con los Ford GT, que sólo dieron su brazo a torcer al final para acabar tercero y cuarto.
Justo delante del Corvette de Antonio García que, como cada año, tuvo una actuación estelar para acabar quinto. Miguel Molina fue la cruz, con la carrera atravesada desde la misma tarde del sábado, en la que al menos pudieron terminar en el top ten.
Un piloto con categoría de Fórmula 1 como Jean-Eric Vergne, lideró el paseo de la tripulación del G-Drive en LMP2 e inscribió su nombre en el palmarés de la prueba junto a Roman Rusinov y Andrea Pizzitola.
Ni rastro de Maldonado y Montoya durante toda la prueba. En GTE Am se coronó también un Porsche, el 77 de Campbell-Ried-Andlauer, adornado con el glamour de su jefe de equipo, el actor Patrick Dempsey.